La búsqueda de identidad de Ferráez

Por Carlos Jáuregui

“Nunca vas a olvidar esa tarde de agosto.

Tenías catorce años ibas a terminar la secundaria.”

José Emilio Pacheco

La literatura mexicana tuvo en José Emilio Pacheco a uno de sus mejores exponentes en cuanto al paso de la niñez a la adolescencia, y el mexicano Carlos Ferráez (CDMX, 1990), busca en su obra seguir con esa línea a través del viaje de autodescubrimiento. Dentro de Mapas inútiles, Ferráez nos presenta a un adolescente quien, apoyado del recuerdo y en un recién descubierto entendimiento adulto, intenta resolver el misterio familiar para dar con el paradero de su padre biológico, a quien no conoce. Dicha búsqueda se traslada desde la Ciudad de México hasta la playa de Miramar en Tampico, entre personajes pintorescos, desencuentros amorosos y supersticiones alienígenas.  

Aun cuando la escritura respecto a la búsqueda de raíces y del origen es un género bastante explorado en la literatura, el acierto de Ferráez consiste en presentarlo desde una voz distinta, bajo un humor inocente y campechano para romper con el arquetipo de la gastada figura trágica. Su personaje José Ángel, lejos de ser el héroe clásico y depurado, se mueve desde la pulsión y el valemadrismo, porun mundo en donde el pasado cobra relevancia y el cuestionamiento del “quién soy” se materializa. 

“Cuando nació Paula, la trajeron a casa en una caja de vidrio grueso, porque era muy frágil… Entonces yo no sabía que Paula era mi media hermana ni hubiera sabido qué significaba el concepto… Mama empezó haciéndome un cumplido. Dijo que ya estaba grande y que tenía que empezar a saber cosas de grandes y entender que el mundo y el amor son complejos, que no hay caminos buenos o malos en la vida, solo hay caminos recorridos.”

Más allá de un diálogo directo con la obra de Agustín y Bolaño, la influencia directa de Ferráez parece ser la obra de José Emilio Pacheco; basta con citar Tarde de Agosto, incluido dentro de los relatos El principio del placer, para intuir el influjo de Pacheco, experto en plasmar nítidamente el paso hacia la madurez, la idealización amorosa y la búsqueda adolescente.  

Bajo esa misma línea narrativa, el protagonista de Mapas inútiles encuentra un libro escrito hace décadas por Emiliano Ugarte, su verdadero padre, y el artefacto literario detona en José Ángel una serie de memorias y piezas sueltas en la historia familiar que no terminan de embonar. Bajo el silencio hermético de la madre y el orgullo del adolescente, el joven inicia la pesquisa con un viaje por el Golfo de México, junto a una estudiante de astronomía, quien lo acompaña en el recorrido por compartir sus mismas carencias familiares.

Mapas inútiles se resume en un relato de autodescubrimiento y de road trip, una novela de “coming of age”, donde el protagonista va tirando de un hilo velado y en donde lo relevante no es el destino final, sino el trayecto y el entendimiento de por qué somos quienes somos. La ilustre y misteriosa figura paterna de un otrora escritor y activista político se va decolorando a lo largo del recorrido, para revelar lo que todos descubrimos al llegar a cierta edad: que los padres son niños teniendo niños.   

«¿Tú crees que los padres deberían contarnos con lujo de detalle todas sus vidas y aventuras juveniles? Quizá la regla general es que no, con la excepción de si te han ocultado quién es tu padre durante toda la vida… Tal vez deberíamos escribirla en algún lado. Proponerla como ley… Pienso que los papás están sobrevalorados. Yo conozco al mío y te puedo decir que no te pierdes de nada.”

Así, la temática de Mapas inútiles dista mucho de ser liviana; aun al estar contada bajo un lenguaje y diálogos sencillos, momentáneamente alcanza grados agudos de melancolía y densidad. El sarcasmo, la fantasía y el arrebato adolescente se topa de frente con todo el peso de lo que significa ser un adulto: 

“Qué bien se está aquí, a pesar del calor y de no tener respuestas, o de no saber formular preguntas. A pesar de los fantasmas, sobre todo a pesar de los fantasmas.”

De forma lineal, contada a dos voces: la de José Ángel y de su acompañante Itzel, que por momentos se intersecan (que no intersectan) ofrece una narración dinámica, casi de manera cinemática, que permite al lector sumergirse dentro de una misma escena con distinta focalización.

El lenguaje es sencillo mas no simple; con diálogos y una narrativa que coquetea con el estilo de historietas, el humor empleado por Ferráez es inocente y desenfadado, pero muy puntual y utilizado hábilmente para romper la tensión.

El estilo narrativo de Ferráez, está plagado de registros coloquiales, muletillas, juegos de palabras y símiles infantiles; delineando a los personajes como lo que son: idealistas sumergidos en un viaje sin mapa ni instrucciones. A través de ocultos lenguajes infantiles, mensajes de texto, referencias a la cultura pop, anglicismos, cuadros oníricos y dicciones chilangas, la lectura es liviana y agradable:

“¿Nunca has sentido que eres un personaje en una novela? Y el otro Nel. ¿Tú sí? Y el primero, Simón, y ni siquiera una buena, una mal escrita en la que es más importante avanzar la trama que el recorrido interno de los personajes. Y el otro Chale, y el primero, Chale, y yo, Chale.”

Sin duda, en la escena surreal donde José Ángel se topa con el personaje del Biólogo (una suerte de fayuquero, comunista, peluquero y excolega del padre) junto con su familia, es donde Ferráez alcanza la cima de la narración. Durante la delirante odisea por la Colonia Guerrero es donde el joven autor pinta a la perfección el cuadro absurdo de lo que es México y el sobrevivir en una ciudad que si no te engulle te atropella.

“Yo me quedé frío sin saber que contestar, pero El Biólogo salió al quite rápidamente con un Se le jodió la cadena y ya la fuimos a botar al changarro del Víctor: Yo solo asentí con la cabeza.”

Quizá lo único que se le podría acusar al texto de Ferráez es que ciertos personajes se quedan un poco dentro del plano unidimensional. Se entiende que no todos los personajes dentro de una novela tienen un mismo peso, pero aquellos trascendentales en la búsqueda de José Ángel, se quedan cortos de desarrollo y confinados a una voz neutra: la madre (intencionalmente jamás nombrada), Macario y Pedro, su padrastro por citar algunos.

Ferráez, en Mapas inútiles confirma lo ya establecido en su epígrafe: somos dibujos animados recortados sobre un fondo real; somos personajes navegando entre la trama, buscando origen ¿qué otra cosa es un joven sino un cúmulo de búsquedas y de decepciones:

“¿Será cierto que las tragedias se heredan? ¿Que se gestan a través de los años usando como alimento las decisiones individuales? Es decir, ¿será cierto que las tragedias atraviesan a las familias como un pájaro el cielo o una ballena el océano? Como si la tragedia fuera lo que está vivo y las familias solo el medio en el que existen, el que atraviesan para existir”.

En Mapas inútiles la única constante es el viaje (interno y espacial): avanzamos hacia adelante, pero volteando permanentemente hacia atrás; citando al mismo Pacheco: “No somos ciudadanos de este mundo sino pasajeros en tránsito por la tierra prodigiosa e intolerable.”

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